Jesús
Salgado
ROJO Y NEGRO
(22-enero-2007)
ROJO Y NEGRO
(22-enero-2007)
Las acusaciones de Martinez Reverte sobre Paracuellos no se sostienen. El
periodista, novelista e historiador Jorge Martínez Reverte ha escrito un
libro, un artículo y ha concedido varias entrevistas tratando el tema
de la defensa de Madrid durante la guerra civil y los asesinatos de
Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz. El artículo, recordando las
ejecuciones, fue publicado por El País el 5 de noviembre de 2006,
domingo, día de máxima difusión del periódico. La tesis central del
libro y del artículo, aunque hay contradicciones entre ambos, es que los
asesinatos fueron responsabilidad de la Federación Local de Madrid de
la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y de su secretario en
aquellos momentos, Amor Nuño, quién en la tarde-noche del 7 de noviembre
de 1936, en una reunión secreta celebrada después de la constitución de
la Junta de Defensa de Madrid, habría pactado la eliminación de los
presos con los responsables de las Juventudes Socialistas Unificadas
(JSU) que detentaban la Consejería de Orden Público de la Junta de
Defensa de Madrid (es decir, Santiago Carrillo y su suplente José
Cazorla). En diferentes páginas, Martínez Reverte atribuye directamente
la responsabilidad de las muertes a Amor Nuño. Sin embargo, los hechos
son tozudos y niegan la acusación de Martínez Reverte.
Multitud de documentos han mostrado hasta la saciedad la
responsabilidad en estos asesinatos de las fuerzas comunistas y de las
Juventudes Socialistas Unificadas y sus dirigentes. Hasta el presente,
ningún libro o documento inculpaba a los anarquistas y a la CNT. Se
sabe, por ejemplo, que las sacas de presos comenzaron en la noche del 6
al 7 de noviembre y que la matanza de Paracuellos del Jarama comenzó
antes de las 8 de la mañana del 7 de noviembre de 1936. Ni la CNT ni las
Juventudes Libertarias pertenecían todavía a la Junta de Defensa de
Madrid, ya que se incorporaron a la misma en la tarde del día 7, como se
demuestra en las actas de la Junta y, por lo tanto, no pudieron
participar en las ejecuciones, puesto que se habían realizado antes de
la supuesta reunión entre los anarquistas y los miembros de las JSU.
Pero esto trae sin cuidado a Martínez Reverte, quien elabora una
conjetura histórica y trata de adaptar los documentos y los hechos a tal
conjetura, sin importarle la veracidad de los mismos. Tanto el libro
como el artículo están plagados de errores históricos y
tergiversaciones. Un simple ejemplo es que en el libro (pag. 246) dice
correctamente que las Milicias de Etapas —que tenían asignados los
controles de salida e Madrid— estaban al mando de la Consejería de Orden
Público o de la de Guerra (la primera de la JSU y la segunda del PCE),
pero en el artículo escribe «los comunistas necesitan a los libertarios
porque estos controlan las Milicias de Etapas». Con este cambio, la
conjetura y la acusación parecen más robustas.
En los dos últimos años, en el libro y el artículo
mencionados, Martínez Reverte implica a la CNT en tales asesinatos,
basándose en un documento que dice haber encontrado en los archivos del
Comité Nacional de la CNT que se encuentran en la Fundación de Estudios
Libertarios 'Anselmo Lorenzo’ de Madrid, (desafortunadamente, no indica
ningún código de referencia de microfilm para poder cotejarlo). En
determinados momentos de sus escritos, la implicación que quiere hacer
Martínez Reverte va más allá del mero consentimiento de los anarquistas,
hasta responsabilizar a la CNT de dichos asesinatos y decir que los
anarquistas son los instigadores, descargando a las JSU de la
responsabilidad de los mismos. Y para hacer esta labor acusatoria,
Martínez Reverte se centra en la persona de Amor Nuño, joven de veinte
años a la sazón y secretario de la Federación Local de Sindicatos Únicos
de Madrid de la CNT durante los seis últimos meses del año 1936, con
quien se ensaña. Según Martínez Reverte, Nuño sería el auténtico
responsable de los asesinatos y a lo largo del libro y en los artículos
le dedica todos los calificativos más denigrantes que puede conseguir.
Lo califica como «anarquista de actitudes viscerales», «mentiroso»,
«cobarde», «traidor», «rodeado de hombres duros y violentos»,
«desarbolador de controles», «imberbe», «poco cauto», «imprudente» e,
implícitamente, 'asesino’. Para acabar de deshonrarle, afirma que Amor
Nuño fue expulsado de la CNT y del Movimiento Libertario en diciembre de
1936 acusado de traidor y fascista y que desapareció sin dejar rastro y
sin que se haya sabido nada de él desde entonces debido al miedo que
tenía por los asesinatos de Paracuellos. Siendo lo más curioso del
asunto, que tal documento, que dice haber hallado Martínez Reverte y que
transcribe en su libro, no contiene ni una sola prueba acusatoria
contra Amor Nuño, ni siquiera menciona su nombre, y todo se basa en los
supuestos que hace Martínez Reverte al leer el acta de la CNT: 1)
identificar Federación Local (FL) con Nuño y 2) que el informe que está
realizando el representante de la FL (no Amor Nuño) se refiere a un
pacto secreto y no al informe sobre la reunión de la Junta de Defensa de
Madrid que se había celebrado 8 horas antes. Además, no aporta ni una
sola prueba de que militantes anarquistas participaran en las
ejecuciones, pero esto no lo detiene en su afán difamatorio y
revisionista.
La tergiversación de Martínez Reverte ha tenido ya
efectos perversos. Por ejemplo, basándose en la obra de Martínez
Reverte, el historiador Anthony Beevor, en su obra La Guerra Civil
Española, menciona que la decisión de fusilar a los presos en
Paracuellos se tomó el día 8 de noviembre, a las 10.30 horas, durante
una reunión entre representantes de la Juventud Socialista Unificada y
de la federación local de la CNT para llegar a un acuerdo sobre lo que
había que hacer con los presos. Otros periodistas, como German Yanke
(ABC, 12 noviembre 2006) e historiadores como Javier Cervera (Época 24,
31 diciembre 2006) han aceptado con algunas matizaciones la afirmación
de Martínez Reverte, aunque a diferencia de éste no afirman que Amor
Nuño sea el autor del acuerdo de la CNT con las JSU, ya que no aparece
su nombre entre los asistentes, cosa que Martínez Reverte se empeña en
afirmar. Incluso el periodista Rafael Cid, aun cuando menciona algunos
elementos de crítica y contextuación, concede a Martínez Reverte el
beneficio de la duda al afirmar que «siempre se ha caracterizado por el
rigor y la profesionalidad de sus trabajos y del que personalmente tengo
la mejor opinión».
El interés de Martínez Reverte para trata de manipular
los documentos, reescribir la historia e implicar a la CNT es
desconocido en este momento, pero se parece en mucho a la fórmula de
Agit-Prop durante la guerra civil, amparado en una aparente
imparcialidad y objetividad. Lo de Beevor, al ser un historiador
profesional, es muy grave ya que indica que no se ha tomado el tiempo
necesario para examinar detenida y cuidadosamente las afirmaciones
esparcidas por Martínez Reverte a lo largo del libro, poniendo al mismo
nivel trabajos concienzudos como el del libro de Ian Gibson y trabajos
descuidados como el de Martínez Reverte.
Es fácil demostrar que Martínez Reverte falsea la
historia en los tres aspectos esenciales que hemos mencionado: 1)
expulsión de Amor Nuño y huida de éste; 2) su presencia en la reunión
de la CNT y 3) la existencia de un pacto secreto. Por lo que se refiere
a la primera acusación, es totalmente falso que Amor Nuño hubiera sido
expulsado del Movimiento Libertario en diciembre de 1936 acusado de
fascista y traidor y que, como escribe Martínez Reverte «desaparecerá
sin dejar rastro una vez abandonada su responsabilidad de la Junta
Delegada de Defensa. Su enfermedad real es el miedo. Un miedo muy
razonable.». Por ejemplo, en abril de 1937 fue elegido (por la Regional
Centro) para el secretariado de la Federación Nacional de la Industria
de Transportes y el 4 de mayo de 1937 fue detenido en Barcelona junto
con otros militantes de la CNT durante las famosas «Jornadas de Mayo».
Por tanto, Nuño seguía teniendo puestos de responsabilidad en la CNT en
1937. En marzo de 1939 se encuentra en el puerto de Alicante con miles
de cenetistas, de donde fue llevado al campo de concentración de los
Almendros y al de Albatera, junto con el secretario de las Juventudes
Libertarias y el director del periódico Castilla Libre, entre otros.
Es verdad que desparecerá a finales de junio de 1939, pero por ser
asesinado, destrozado mediante palizas, por las fuerzas franquistas en
el Ministerio de la Gobernación en Madrid. Tanto Eduardo de Guzmán en su
libro Nosotros los asesinos como José Leiva en el suyo titulado Memorias de un condenado a muerte dan cuenta de la muerte de Amor Nuño
en Gobernación. Por tanto, ni Amor Nuño era un cobarde, ni fue
expulsado del Movimiento Libertario ni huyó sin dejar rastro,
simplemente ocurre que Martínez Reverte está indocumentado. No ha leído
el libro de De Guzmán, ni el de Leiva, ni tampoco las memorias de García
Oliver, relevantes para el presente caso, por ser el ministro de
Justicia en aquellas fechas o las de Cipriano Mera, también importantes
en este asunto.
Con respecto a la segunda acusación —la presencia de
Amor Nuño en la reunión del Comité Nacional de la CNT— tal acusación
carece de fundamento, aunque a Martínez Reverte le sea indiferente. El
análisis del acta de la reunión del Comité Nacional de la CNT indica que
participaron once personas en la misma, cuyos nombres van apareciendo
desgranados a lo largo de la misma, pudiéndose identificar fácilmente
las representaciones que ostentaban en la reunión, si uno se toma la
molestia de leer detenidamente y con cuidado. El nombre de Amor Nuño no
aparece en el acta porque, simplemente, no participó en dicha reunión.
La representación de la Federación Local en aquella reunión la llevaba
Enrique García. A pesar de esto, Martínez Reverte insiste en la
presencia de Amor Nuño.
Con respecto a la tercera acusación, antes de demostrar
su falsedad, es preciso señalar que la reunión secreta no se celebró,
que sólo es una creación de la mente de Martínez Reverte. Hay dos libros
que muestran que a la hora en que según Martínez Reverte se produjo la
reunión secreta, Carrillo estaba en una entrevista con el diplomático
Felix Schlayer, quien lo cuenta en sus memorias publicadas en 1938
(tampoco consultadas por Martínez Reverte) y es la primera persona que puso
al descubierto los asesinatos de Paracuellos, y que Amor Nuño estaba en
una reunión con Gregorio Gallego, quien ya en el año 1976 lo contó en
su libro Madrid, corazón que se desangra. Es otra indicación de
la
falta de documentación de Martínez Reverte. El análisis del contenido
del acta de la reunión de la CNT junto con las informaciones aportadas
por Aróstegui y Martínez sobre el contenido de los temas tratados en la
reunión de la Junta de Defensa que se realizó en la noche del 7 al 8 de
diciembre, posterior a la de constitución de la Junta de Defensa,
permiten identificar claramente que lo que estaba haciendo el
representante de la Federación Local en la reunión del Comité Nacional
de la CNT era presentar el informe de la reunión de la Junta de Defensa
de Madrid que había finalizado ocho horas antes del comienzo de la
reunión cenetista. Por tanto, la información aportada en esta última
reunión era concerniente a las propuestas realizadas en la Junta de
Defensa presidida por el general Miaja y en la que estaban presentes los
partidos Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, Partido
Sindicalista, Partido Comunista y Juventudes Socialistas Unificadas y
las organizaciones UGT, CNT y Juventudes Libertarias (la FAI no estaba
representada en la Junta de Defensa). Que todos los partidos y grupos
eran conocedores de esta información lo demuestra el hecho de que tres
días después —en el acta de la Junta de Defensa del día 11 de noviembre
de 1936— Caminero, el representante del Partido Sindicalista, pregunta a
Carrillo si ya se han evacuado los presos y Enrique García (CNT)
propone que se trasladen con seguridad exterior. Así pues, no hay ningún
acuerdo privado y secreto entre CNT, Juventudes Libertarias y JSU como
quiere ver Martínez Reverte. Además, como ya se ha indicado, las
matanzas de Paracuellos ya se habían efectuado, incluso antes de la
supuesta reunión «secreta».
En conclusión, el acta que encontró Martínez Reverte, de
la reunión mantenida por el Comité Nacional de la CNT con los miembros
de la FL de Madrid y de la Regional Centro, aporta una información
histórica valiosa sobre el contenido de los temas tratados en la segunda
sesión de la reunión de la Junta de Defensa de Madrid del día 7 de noviembre y que finalizó a las dos y media de la madrugada del día 8 de noviembre. Decían en 1984 los historiadores Aróstegui y Martínez que de
tales acuerdos no había constancia. Ahora, gracias a los archivos de la
CNT se sabe algo más del contenido de los mismos, aunque falta también
información complementaria importante, por ejemplo la referida a cómo la
Junta iba a proceder a las ejecuciones de los presos fascistas y
peligrosos, si sabían que ya se habían producido ejecuciones masivas (es
de suponer que no lo sabía la mayoría de las organizaciones entre ellas
la CNT, habida cuenta del nombramiento de Melchor Rodríguez y sus reacciones, aunque sí las JSU y Miaja por haber sido informados por
Felix Schlayer), o si delegaron en la Consejería de Orden Público la
selección de los presos.
En cualquier caso, queda demostrado que, en contra de lo
sostenido por Martínez Reverte, la CNT no participó ni activa ni
pasivamente en tales ejecuciones, que Amor Nuño no hizo ninguna reunión
secreta con los delegados de las JSU, que Amor Nuño no fue expulsado del
Movimiento Libertario, sino considerado uno de los miembros más
destacados en la Región Centro hasta el final de la guerra y que Amor
Nuño no fue ningún cobarde que huyó sin dejar rastro, sino que fue
asesinado en los calabozos del Ministerio de la Gobernación en junio de
1939, a la edad de veintitrés años. Así pues, la labor revisionista de
Martínez Reverte, como otras de distinto signo, es insostenible
documentalmente.
Llama poderosamente la atención que Martínez Reverte,
afirmando que se celebró tal reunión secreta, no haya entrevistado en
todos estos años al único superviviente de dicha Junta de Defensa e
hipotético participante en la reunión entre las JSU y la CNT: Santiago
Carrillo. Es inexplicable tanto desde el punto de vista periodístico
como desde el punto de vista de historiador que no haya preguntado a
Carrillo si se celebró tal reunión y cómo interpreta la información que
aparece en las actas del Comité Nacional de la CNT. Sin esa entrevista,
debió matizar mucho sus acusaciones.
Como coda final, creo que en el trabajo de Martín
Reverte falta la lectura y análisis de importante documentación
histórica, en especial la que proviene del Movimiento Libertario, y que
sobran las licencias literarias que se permite en relación con la CNT y
los anarquistas (véase, por ejemplo la pagina segunda de su libro donde
dice literalmente que «los cafés de Madrid están servidos por dirigentes
de la CNT emboscados desde hace años como camareros de esmoquin y
frecuentados por putas de tres al cuarto que quieren contar que son
milicianas y que vienen a pelear contra los requetés de Mola que
presionan en la Sierra»). Dada la labor de deshonra que ha hecho sobre
Amor Nuño, una rehabilitación pública, por su parte, de la figura de
Nuño sería especialmente recomendable, sobre todo si se piensa en la loa
que Martínez Reverte dirige a Santiago Carrillo, de quien dice «él
[Santiago Carrillo] y el comunista Fernando Claudín se han convertido en
dos piezas esenciales de la resistencia contra el asalto de los
franquistas». ¿Será posible una rectificación? Es difícil responder.
Junta de Defensa de Madrid, Amor Nuño es el tercero por la derecha.
Pues el escritor sigue defendiendo su hipótesis, esta vez en el ABC de ayer domingo, 24 de septiembre del 2012:
ResponderEliminarParacuellos «Ejecución inmediata: Carrillo, al frente de un grupo de jóvenes comunistas, y los anarquistas acordaron la noche del 6 de noviembre de 1936 consumar la infamia...