[Extracto de un texto «¡Nuestra patria es el Mundo!»: El internacionalismo obrero contra la guerra chileno-argentina (Santiago, 1898-1902) del licenciado de Historia chileno Víctor M. Muñoz Cortés]
El internacionalismo obrero establece que la solidaridad de la clase trabajadora sin distinción de naciones es la condición básica «para el establecimiento de la paz, libertad e igualdad». Cualquier situación que enturbiase aquella solidaridad, como la guerra, debía ser atacada. Concebido el Estado como una entidad burguesa sostenida para oprimir al Pueblo se creía que cualquier conflicto generado a nivel gubernamental tenía como único objetivo saciar los intereses de toda índole de las clases dirigentes. Para nadie era secreto que los pobres serían los que más sufrirían las consecuencias de una contienda bélica. Los obreros chilenos que reprocharon la hipotética guerra con la Argentina unieron constantemente sus discursos anti-belicistas con los principios internacionalistas.
El internacionalismo obrero nació prácticamente al mismo tiempo en que se empezaba a teorizar el ideal socialista. Desde todas las esferas ideológicas social-revolucionarias del siglo XIX se planteó que una de las mayores armas para derrotar al capitalismo sería la unidad internacional proletaria. El teórico y luchador anarquista Mijaíl Bakunin, declaró:
«Si hay algún medio de salvación para él (proletariado), este debe estar en el establecimiento y la organización de la solidaridad práctica mas estrecha entre los proletarios de todo el mundo, prescindiendo de industrias y países, en su lucha contra la explotación burguesa.»
Eliseo Reclus, también anarquista continúa:
«Nosotros nos sentimos hermanos de todos los seres de la Tierra, lo mismo de los americanos que de los europeos; así de los africanos, como de los asiáticos y australianos; empleamos el mismo lenguaje para reivindicar los mismos intereses.»
Los marxistas o «socialistas de Estado» compartían similar idea. Simbólico ejemplo a este caso es el conocido final del Manifiesto Comunista:
«Los proletarios con ella (la revolución), no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios del mundo, uníos!»
Sin embargo, anarquistas y socialistas de Estado discrepaban en el sentido táctico del internacionalismo: mientras el anarquismo, al ser enemigo del Estado, reconocía la lucha contra cualquiera de ellos, para los segundos el conflicto social era local antes que internacional. Si bien para los marxistas la lucha era supra-nacional en su esencia,
«el movimiento obrero era nacional en su forma, en el sentido de que los trabajadores tenían que "arreglar sus cuentas" con su propia burguesía. Además, como la clase trabajadora en cada país debía conquistar el poder político, necesariamente tenía que actuar como una clase nacional.»
Los ácratas desprecian la conquista del poder político (gubernamental) y por lo mismo no puede haber coincidencia en este punto con los marxistas. Aun así, en los inicios del siglo XX chileno, el internacionalismo como ideal «importado» desde Europa tenía su propia fuerza y significado. Más que en materia estratégico-política se definía en contraposición a la guerra y por lo mismo no podía ser un factor de división entre tendencias. Los años de crudas luchas y descalificaciones entre las diversas corrientes socialistas —entre anarquistas, marxistas y comunistas social-demócratas principalmente— aun no llegaban. De esta forma los «internacionalistas chilenos» provinieron en su mayoría de la clase trabajadora socialista sin mayores distinciones «ideológicas». Anarquistas, marxistas, socialistas independientes y algunos grupos «socializados» del Partido Demócrata abrazaron y se encargaron la tarea de difundir esta nueva causa entre las capas más sufridas y desfavorecidas del orden social de entonces.
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