Hoy Japón trae a la mente corporaciones de alta tecnología, estudiantes de la escuela primaria estresados y un trabajo que requiere total lealtad a la empresa. Hace 130 años era un lugar muy diferente, predominantemente agrícola y regido por una élite feudal. En 1868, esa élite decidió industrializar el país y crear un estado altamente industrializado. Por esta razón, la experiencia de capitalismo japonesa es diferente de la de los países europeos.
Aquí, los aristócratas fueron reemplazados (gradualmente o por revolución) por una clase creciente de hombres de negocios. Así, los aristócratas se hicieron nuevos hombres de negocios. La cultura de feudalismo no fue rechazada y reemplazada, bastante de ella quedó y proveyó el fondo de la nueva sociedad. Esto significó que Japón en el cambio de siglo era un país que se estaba volviendo más industrial pero que aún permanecía extremadamente conformista. Fue en estas condiciones tan complicadas como las ideas anarquistas fueron traídas a Japón por primera vez.
El movimiento iba a estar dramáticamente influido por las guerras en las que Japón se vería envuelto y que llevaría la voz cantante. Se evidencian tres fases: de 1906-1911, de 1911-1936, y de 1944-hasta hoy.
Imagen de un periódico anarquista japonés
titulado "El Inquilino" (15 de Julio de 1923),
donde el campesino anarquista desafía al
terrateniente (imagen de John Crump
"The Anarchist Movement in Japan", ACE, 1996)
titulado "El Inquilino" (15 de Julio de 1923),
donde el campesino anarquista desafía al
terrateniente (imagen de John Crump
"The Anarchist Movement in Japan", ACE, 1996)
Las ideas tienen que venir de alguna parte. En Japón las ideas anarquistas fueron primero popularizadas por Kotoku Shusui. Nacido en un pueblo de provincias en 1871, se mudó a Tokyo en su adolescencia. Sus ideas políticas se desarrollaron en las páginas de numerosos periódicos que escribió y editó. Aunque esos primeros periódicos no eran anarquistas, eran lo bastante liberales como para llegar a oidos de las autoridades. Fue encarcelado en 1904 por romper una de las muchas leyes draconianas de la prensa. Como para tantos, la cárcel iba a ser su escuela.
Allí leyó el libro "Campos, Fábricas y Talleres" de Kropotkin. En prisión también comenzó a considerar el papel del emperador en la sociedad japonesa. Muchos socialistas de la época, evitaban toda crítica al Emperador, en contraste Kotoku empezó a ver cómo el Emperador era el centro tanto del capitalismo como del poder del estado en Japón.
Justo después de salir de prisión emigró a los EEUU. Allí se unió a la recién creada Industrial Workers of the World (la IWW, también conocida como los Wobblies), una central sindical, fuertemente influida por las ideas libertarias. En EEUU tuvo acceso a más literatura anarquista, leyendo La Conquista del Pan de Kropotkin.
A su vuelta a Japón en 1906 habló en un gran mitin público de las ideas que había desarrollado en los EEUU. Siguieron a esto un gran número de artículos. Escribió: "Yo espero que desde ahora el movimiento socialista abandonará sus obligaciones de partido parliamentario y adaptará sus métodos y políticas a la acción directa de los trabajadores unidos como uno sólo".
En los siguientes años los anarco-comunistas se concentraron en extender información sobre el anarquismo, a través de la producción de propaganda oral y escrita. Se encontraron con un acoso policial constante, algunos anarquistas consideraron continuar la lucha con métodos más violentos. En 1910, 4 de ellos fueron arrestados después del descubrimiento de equipo para fabricar bombas.
Esta era la oportunidad que las autoridades estaban esperando para acabar con los disidentes. Cientos de ellos fueron puestos bajo custodia de la policía. Finalmente 26 fueron llevados a juicio. Aunque se les imputaba tener la intención de asesinar al emperador, en realidad se les juzgaba por tener creencias anarquistas. Todos excepto 2 fueron sentenciados a muerte. 12 vieron sus sentenceias conmutadas por cadena perpetua, y 12, incluyendo Kotoku, fueron ejecutados. Después de su muerte, muchos activistas fueron al exilio. Aquellos que se quedaron sufrieron repetidos encarcelamientos.
Pero a pesar de estas condiciones exceptionalmente duras, el movimiento no murió. El fin de la Primera Guerra Mundial trajo un periodo de inflación disparada, que llevó a revueltas por el precio del arroz en muchos pueblos y ciudades. Los nuevos trabajadores industriales se comenzaron a organizar y las disputas por el trabajo crecieron. La Revolución Rusa causó un intenso debate en Japón, como en todas partes; ¿Cómo crear una sociedad mejor? ¿Cómo sería esa sociedad? Esta floreciente opinión fue temporalmete débil, siguiendo al trágico asesinato de dos anarquistas, Osugi Sakae y su compañera Ito Noe.
En 1923, un importante terremoto golpeó Japón. Más de 90.000 personas murieron. El estado sacó ventaja de los disturbios y de la histeria que siguieron. Los dos anarquistas, con el sobrino de 6 años de Osugi fueron detenidos por un escuadrón de policías militares y fueron golpeados hasta la muerte. La brutalidad de este crimen llevó a los anarquistas a buscar venganza. Una vez más, los intentos anarquistas de desquite conocieron la represión indiscriminada por parte del estado.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Verdaderamente las organizaciones anarquistas estaban creciendo como nunca. En 1926 dos federaciones nacionales de anarquistas se formaron. Los años siguientes se caracterizaron por un intenso debate entre anarco-comunistas y anarcosindicalistas. La cuestión principal era que cual era el mejor método para llegar a la revolución. De la mano de sus discusiones teóricas, estos anarquistas estaban activos en las luchas sobre los salarios y las condiciones de trabajo.
La guerra sin embargo se veía en el horizonte. Según el estado se comenzaba a mover hacia una confrontación externa en Manchuria, también comenzaba a silenciar la oposición interna. Y llegó una nueva ola de represión. Aunque el movimiento libertario adoptó varias estrategias para sobrevivir, el estado estaba dispuesto a vencer. Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, todas las organizaciones anarquistas se vieron forzadas a permanecer en silencio. Los propios anarquistas se vieron obligados a mantener en secreto sus ideas políticas.
Post-guerra, Japón estaba bajo el control efectivo de los EEUU. Su política hacia el país se movía entre crear artificialmente un partido político de "derechas" y otro de "izquierdas" o acabar completamente con todo movimiento izquierdista. Las grandes inversiones y el rápido crecimiento económico fueron acompañados por un retroceso de la autonomía de los sindicatos. Aunque los anarquistas se reagruparon y reorganizaron, encontraron difícil florecer en esas condiciones.
El movimiento de hoy es mucho más pequeño que antes, y desde occidente es dificil encontrar información sobre ellos. Sin duda ellos encaran muchos de los problemas que nosotros afrontamos; cómo mostrarle a la gente que ellos no deben dejarse llevar, cómo convencer a la gente de que hay una alternativa posible y que ellos tienen poder para crearla.
Quizá la crisis económica que Japón está ahora experimentando llevará a la gente a criticar y rechazar el sistema actual. Si esto pasa, los anarquistas japoneses serán capaces de enseñar una visión de sociedad basada en la libertad e igualdad, y construir el movimiento, y una vez más las ideas anarquistas tendrán influencia.
Traducción: Miguel Gómez
No hay comentarios:
Publicar un comentario