viernes, 15 de abril de 2016

La huelga que logró que España fuera pionera en Europa en aprobar la jornada laboral de ocho horas


Cuaderno de Historias de Alfred López
13 abril 2016

La mayoría de logros y avances, tanto sociales como laborales, que hoy en día podemos disfrutar se los debemos a generaciones pasadas que lucharon incansables por acabar con las desigualdades y las injusticias. Desde hace un lustro los más jóvenes han vuelto a tomar conciencia política y social tal y como hicieron nuestros antepasados, pero lo triste es que muchos de estos colectivos están reclamando recuperar unos derechos que hace un siglo otros ya habían logrado y que con los años se volvieron a perder.

Pero por otro lado nos encontramos con numerosísimas personas que, gracias a todos aquellos logros conseguidos antaño, hoy en día se han 'instalado' en la sociedad del bienestar y quienes les molesta, e incluso critican con dureza a aquellos colectivos y empresas que van a la huelga, pues les ocasionan 'pequeños perjuicios' (huelgas de transportes públicos, recogida de basura…).

Hoy en día, la mayoría de esas huelgas están destinadas a conseguir mejoras para el colectivo al que representan, pero hubo un tiempo en el que cualquier movimiento social o sindical y las reivindicaciones que éstos realizaban eran hechas pensando en el bien colectivo de la sociedad y los trabajadores.

Fue precisamente una feroz huelga que duró 44 días, y tuvo lugar en Barcelona en el año 1919, a la que gracias a ella se consiguió que en España se aprobara la jornada laboral de ocho horas, siendo el país pionero en toda Europa en aplicar dicha medida.

La jornada laboral de ocho horas se había convertido en una reivindicación que desde hacía varias décadas se llevaba luchado por conseguir. Innumerables huelgas tuvieron lugar en España desde el último cuarto del siglo XIX y principios del XX, pero tras el auge de los movimientos anarcosindicalistas durante los primeros años de 1900 y la irrupción en el panorama internacional del comunismo (sobre todo tras la Revolución Rusa de 1917) hubo un espectacular aumento de los colectivos que se implicaron en la lucha social y obrera.

Una de las prioridades era la mejora salarial y de las condiciones laborales para millones de trabajadores que trabajaban infinidad de horas a cambio de un mísero salario.

Entre las muchas jornadas reivindicativas y huelgas hay una que destacó por ser la que fue determinante para conseguir la reducción de la jornada laboral. Fue iniciada el 5 de febrero de 1919 por los trabajadores de la empresa 'Riegos y fuerzas del Ebro', ubicada en Barcelona y que se dedicaba al suministro e instalación eléctrica. Curiosamente esta empresa era popularmente conocida como 'La Canadiense' (o La Canadenca, en catalán), debido a que su mayor accionista era un banco de Canadá.

Esta huelga se había convocado para solicitar la readmisión de ocho trabajadores que habían sido despedidos tras protestar, a través del sindicato CNT, por la reducción de salario que la empresa había realizado a través de unos cambios en las condiciones de trabajo.

Aquella reivindicación por parte de unos pocos trabajadores de departamento de facturación de La Canadiense fue extendiéndose hacia el resto de compañeros de la empresa, algo que provocó que fueran amenazados por la dirección con un despido masivo.

Como era de esperar, la amenaza enfureció a los miembros sindicales que animaron a todos los trabajadores del sector a sumarse a la huelga, lo que provocó que hubiesen innumerables momentos en el que la Ciudad Condal quedase a oscuras y sin suministro de electricidad.


Cuantas más trabas ponía la patronal más colectivos de trabajadores se iban sumando y en cuestión de tres semanas eran numerosas las empresas que se habían añadido al paro reivindicativo, convirtiéndose poco a poco en una huelga general en prácticamente toda Barcelona, calculándose que se consiguió que, aproximadamente, se les uniera el 75% de los trabajadores barceloneses.

Evidentemente hubo quien no quiso secundar la huelga, lo que provocó algunos altercados entre piquetes y esquiroles, con el fatal resultado de un fallecimiento y múltiples heridos.

El Presidente del Gobierno, Álvaro Figueroa y Torres Mendieta (conde de Romanones), decidió intervenir en el asunto y dar el visto bueno para que el capitán general de Cataluña (Joaquín Milans del Bosch) declarase el 'estado de guerra' y el cierre de sindicatos.

Según iban pasando los días la tensión aumentaba, los trabajadores de otras empresas y colectivos se sumaban a aquella huelga general y la crispación y desesperación se apoderaba tanto de la patronal, el gobierno y los trabajadores.

Tras 44 días de huelga, numerosísimos huelguistas detenidos y unas pérdidas económicas que fueron astronómicas para la época, finalmente se llegó a un acuerdo entre la patronal y los huelguistas. Se readmitió a todos los trabajadores despedidos, se comprometieron a no realizar ningún tipo de represalia hacia los huelguistas y los sindicatos (abriendo de nuevo aquellos que habían sido cerrados), se levantó el estado de guerra y, como broche de oro, el conde de Romanones (al que le costó el cargo la huelga) firmó el conocido como 'Decreto de la jornada de ocho horas' que entraría en vigor a partir del 1 de octubre de 1919 y que ha permanecido inalterable desde entonces.

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