domingo, 21 de agosto de 2011

Iglesia-Estado, luna de miel


Historia 16

Terminada la guerra, el nuevo Estado se apresuró a declarar su confesionalidad y el firme propósito de erigirse en fiel guardián de la Iglesia y de sus instituciones. A golpe de ley, el gobierno franquista fue devolviendo a la Iglesia todos los privilegios que un día le quitara el gobierno republicano; al tiempo que abolía el divorcio, hacía obligatorio el matrimonio por la Iglesia y eximía a ésta de la tributación de impuestos por los bienes eclesiásticos.

La Iglesia se dejaba arrullar por esta nueva situación que, inesperadamente, le premiaba con creces todas sus bendiciones al nuevo Estado. En plena luna de miel Iglesia-Estado, se llegó a tal confusión que español y católico parecían dos términos inseparables y hasta sinónimos. España, otra vez, volvía a ser la reserva espiritual de Occidente, luz de Trento y martillo de herejes, como dijera algunos años antes Menéndez y Pelayo.

Los obispos, auténticos reyezuelos en sus diócesis, aprovecharon toda suerte de tribunas para imponer sus cartas pastorales que, mientras mostraban una obsesiva preocupación por la moral de la pantorrilla, olvidaban, en cambio, la dramática realidad del momento: el hambre, el estraperlo, el paro, la falta de viviendas y de escuelas, los abusos de poder, las represiones, las cárceles llenas.

«La sociedad española de los años 40»,
CUADERNOS DEL MUNDO ACTUAL, 3.


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