William
Bauer
(21/11/2012)
«Por favor, tenga en cuenta, que hay
una caza de brujas contra nosotros... así que tenga cuidado con los detalles
que revela», comienza Jabir. Tiene razón para estar preocupado, porque él es un
ateo en un país donde defender creencias distintas al Islam sunnita puede
acarrear prisión, ser posiblemente torturado, y con una teórica posibilidad de ejecución.
Aunque Jabir no es su verdadero
nombre, aún desconfía de expresar públicamente sus puntos de vista. Arabia
Saudí es un entorno altamente hostil para expresar creencias religiosas no
islámicas, por no hablar de la incredulidad. De hecho, para muchos saudíes, el
ateísmo —mulhad en árabe- es mucho más inquietante que creer en otra religión
diferente. El ateísmo, como sostienen muchos clérigos en Arabia Saudí, conduce
a una vida disoluta, aventuras carnales, conductas inmorales y, en última
instancia, a la condenación eterna.
Los ateos son retratados en los
medios oficiales saudíes como una amenaza existencial y de corrupción para la
sociedad. Un clérigo incluso habló recientemente de una: «oleada de ateísmo que
azota el país». Es muy poco probable que esto ocurra, pero demuestra el temor
persistente a los ateos y asegura que ningún saudí exprese esta creencia
abiertamente.
Jabir tiene unos veinte años, y se
graduó con éxito en una prestigiosa universidad saudí. Solía ser muy religioso,
asistía regularmente a las clases de Corán de su escuela, y no escuchó música
hasta su adolescencia. Pero en sus últimos años de escuela, todo esto cambió.
«Me di cuenta que algunas de las
enseñanzas y reglas religiosas no tenían sentido. Así que empecé a hacer
preguntas acerca de detalles pequeños, como por qué la música es Haram
(prohibido) o por qué las mujeres tienen que cubrirse el rostro. Entonces
empecé a leer sobre la forma en que los textos islámicos y el Hadith se escribieron...
Yo tenía un grupo de amigos que nos gustaba hablar de libros en nuestras
frecuentes reuniones... Después de un tiempo llegué a creer que toda las
religiones no son más que invenciones humanas para luchar contra la realidad e
imponer un orden».
Citando obras clave de pensadores
musulmanes y árabes, así como de autores como Richard Dawkins, Christopher
Hitchens y Sam Harris, Jabir explica que adquirir estos libros es muy difícil.
A menudo, tiene que pasarlos de contrabando en Arabia Saudí. «Por lo general
obtenía algunas copias de libros en inglés que nadie entendía. Tuve que
esconder Dios no es bueno en una bolsa a medida para poder pasar la
aduana, ya que era demasiado evidente...»
Luego viene otra complicación,
ocultar estos libros. El proceso es lentísimo nos comenta Jabir: «... Si
quieres bromear con un ateo saudí pregúntale: "¿dónde tienes tu alijo de
libros extraños?"» Más allá del humor, sin embargo, el problema es muy
grave, y si le encuentran estos libros, Jabir tendría serios problemas.
Cuando se le pregunta si mantener
tales puntos de vista lo aislaba, responde con seguridad: «Desde mi propia
experiencia, fue muy fácil. Es importante destacar que un grupo cercano a mí de
compañeros del colegio abandonó igual que yo la fe islámica. Cuando acabé la
carrera, me fui a trabajar, al igual que la mayoría de mis amigos, a diferentes
ciudades. Esto me fue fácil para conocer otros grupos racionalistas y ateos en
cada una de las ciudades que estuve.»
En los últimos diez años, los nuevos
medios de comunicación han abierto las puertas a mucha gente del país. Ya se
trate de un joven saudí en busca de amor, un analista político en ciernes
impedido a debatir públicamente, un experimentado escritor en busca de público,
o un ateo en búsqueda de almas gemelas, Internet ofrece posibilidades para
todos. «Facebook y Twitter hacen que sea fácil encontrar personas que debaten y
se interesan por los valores seculares. Nosotros, los "no creyentes"
hacemos reuniones y tenemos grupos en varias ciudades saudíes. A pesar de lo
difícil que es conocerlos, si usted entra en uno de ellos, se sorprenderá,
entonces, por la cantidad y los sectores de la sociedad allí representados», dice Jabir.
No es sólo el hecho de que haya otra
gente como él, lo que sorprendió a Jabir. «Me quedé muy sorprendido al conocer
a personas mayores de cuarenta y cincuenta años que ocultaron su ateísmo
durante décadas. Me dijeron que sólo con la generación joven actual habían
encontrado a otras personas que piensan igual que ellos y fuesen capaces de
encontrar grupos en los que poder hablar y debatir sobre sus ideas.» Jabir
cortésmente objeta cuando se le pregunta acerca de los antecedentes de estas
personas, la confidencialidad y el secretismo son muy acentuados en el entorno ateo
de Arabia Saudí.
Jabir mantiene la apariencia de ser
un creyente islámico, cuando está entre la familia. En ocasiones, esto se
vuelve frustrante, sobre todo porque todos los viernes tiene que fingir que va
a rezar a una mezquita, pero en realidad se sienta en su coche en el exterior
de una cadena de cafeterías, bebiendo un café con leche hasta que el sermón
haya terminado. Otro ateo, Abdalá, menciona que él tiene la suerte de tener a
su familia viviendo en otra parte de Arabia Saudí, y por lo tanto no tiene que
fingir todas las semanas.
Sin embargo, las consecuencias de
ser descubiertos como ateos serían terribles para Jabir o cualquiera de sus
compañeros. «Si alguien declarase que no es creyente, al margen de si el
gobierno tomase medidas o no, quedaría aislado por la familia, sería despedido
de su puesto de trabajo, la gente en todas partes hablaría mal de él y
advertirían a otros sobre él. Y sería muy probable que le agredieran
físicamente, e incluso matarlo.»
Cuando se le pregunta cómo se siente
por ser saudí, Jabir dice: «El hecho de que Arabia Saudí no sea un país
secular, me hace ser pesimista por el futuro. El hecho de que este país es un
estado religioso, promotor de una de las formas más extremistas del Islam, me
horroriza. No veo un cambio de la sociedad, no veo un cambio de la familia
real, y que al resto del mundo no le importe nada cuántas personas son
asesinadas simplemente por negarse a creer en la religión en la que nacieron,
siempre y cuando el petróleo siga bombeando».
Aunque la visión de Jabir es
profundamente deprimente, es innegable que Arabia Saudí está cambiando. Con una
población en auge, el aumento del desempleo, la caída de los ingresos por la
venta de petróleo, Internet en constante crecimiento y la expansión social de
los medios de comunicación, el país se enfrenta a tiempos de cambio e
inestabilidad. Se podría transformar en una sociedad más libre y más tolerante
con los diferentes puntos de vista e ideas dentro de sus comunidades.
Sin embargo, también puede ser que
el sistema político reaccione ante estas nuevas circunstancias, con mayores
restricciones sociales y religiosas. Para Jabir sería una auténtica pesadilla
cuando el relativamente reformista rey Abdalá muera y viniese un nuevo
monarca que permita a la policía religiosa y a ciertos sectores sociales
saudíes iniciar una agresiva caza de brujas contra los «no creyentes».
Le pregunto por qué sigue
aferrándose a sus opiniones, en ésta, la más peligrosa de las sociedades: «Como
persona, nunca me imaginé que estaría en paz conmigo mismo y con mi visión de
la vida como siento ahora. Mis nuevos puntos de vista sobre el poder supremo,
el más allá, la fe y la religión, se han transformado gradualmente a lo largo
de años de lectura y búsqueda de la autosatisfacción. Sin embargo, como saudí,
me siento como si hubiera nacido en el lugar equivocado.»
Y para acabar dice: «¿No es un derecho fundamental de los seres humanos creer o no creer libremente? Sé que esto es sólo un sueño en Arabia Saudí, pero esto no cambia el hecho de que la gente tenga diferentes puntos de vista y creencias, lo permita o no la sociedad.»
Y para acabar dice: «¿No es un derecho fundamental de los seres humanos creer o no creer libremente? Sé que esto es sólo un sueño en Arabia Saudí, pero esto no cambia el hecho de que la gente tenga diferentes puntos de vista y creencias, lo permita o no la sociedad.»
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Policia religiosa saudí. |
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