Homenaje a Paco Baticón el 24 de abril de 2022. |
Por RABIOSO
La primera vez que vi a Paco fue en un acto público en memoria de la República, en 1989. Por aquella época estaba yo, punki perdido, en la órbita de la organización llamada CNT que, tras perder el juicio de las siglas, se transformó en la CGT. Tan sólo intercambié con él unas palabras, pero conocerle aquel día fue fundamental para acontecimientos posteriores.
Era aquella una época en la que el papel de la izquierda en Valladolid (y con izquierda me refiero a la extrema izquierda, y no al sector reformista del poder) era cuasi inexistente. De las organizaciones que habían protagonizado las luchas sociales de la Transición sólo quedaba el recuerdo, debido a la brutal desmovilización que siguió a la llegada al poder de Felipe González. La pasividad llegó a tal extremo que hubo manifestaciones convocadas por las Juventudes Libertarias en las que hubo más periodistas que manifestantes. Era la paz, la paz de los cementerios.
El anarquismo vallisoletano sobrevivió mediante la búsqueda de grietas en la pacificada sociedad, para sembrar la semilla de la rebeldía. El Garbanzo Negro, un colectivo dedicado a labores contraculturales, jugó un papel clave en sabotear esa sociedad perfecta, o más bien perfectamente lobotomizada. Uno de las semillas de sus actividades sería el Bar Kaos, situado al lado de la delegación del engendro vaticano.
No fue el Kaos el único bar de izquierdas, ya que no muy lejos estaba La Bici, estrechamente relacionada con la CNT / luego CGT. Ambos eran el refugio de los últimos mohicanos que se negaron a rendirse a los cantos del sistema, siendo el Kaos el lugar donde socializaba la juventud más inconformista de la ciudad, gracias a la libertad que nos daban Antonio y Javi. El Kaos era, en definitiva, el lugar en el que se mezclaron los derrotados de la Transición con la nueva generación.
De vez en cuando veía a Paco en La Bici y en el Kaos, y un día le propuse quedar para hablar. En aquella época estaba yo a la búsqueda de un lugar donde pudiese reunirse el Kolectivo Resiste, grupo que pusimos en marcha yo y Gibello, un camarero del Kaos. En aquella época estaba afiliado a la CGT, pero una bronca que sobre la supuesta obligatoriedad de poner «CGT» en una revista que quería sacar me llevó a buscar un local en el que pudiésemos estar a salvo de cualquier intento de manipularnos.
Es preciso señalar que la CNT vallisoletana había sido una de las agrupaciones locales que más había sufrido con la escisión, ya que la inmensa mayoría de la militancia se había pasado a la CGT. Tan sólo se quedaron la mayoría de los mayores y los jubilados, y una minoría ínfima de gente joven, que fue abandonando durante la travesía del desierto que fue la década de los 80: en 1989, la CNT local era, en términos de visibilidad, poco más que la firma de los carteles que pegaban. La herida de la escisión estaba muy presente cuando me reuní con Paco para pedir usar el local de CNT.
En una manifestación de la típica insolencia de la juventud —tenía poco más de 20 años— les pedí no sólo las llaves de su local, sino también que no se pasaran por allí cuando nos reuníamos, para que no nos manipulasen. Hay que recordar que la ruptura entre CNT y CGT había sido no solo dolorosa sino también violenta, y que, mientras en otros lugares había habido agresiones de miembros de la CNT a miembros de la futura CGT, en Castilla y León había sido al revés, con intentos de agresión a miembros de CNT, como me contaría años más tarde Teodoro, de la CNT de Palencia, que sufrió un intento de agresión al ir a trabajar de madrugada. Teniendo esto en cuenta, y que yo reconocía abiertamente ser miembro de la CGT, las posibilidades de conseguir mis objetivos eran objetivamente nulas. Y, sin embargo, ocurrió el milagro: afortunadamente, Paco vino acompañado de Goyo, el cual cortó rápidamente los intentos de generar una discusión de Paco —sobre Federica Montseny—, y yo obtuve poco después las llaves del local.
La CNT tenía por entonces un local en una buhardilla de la Plaza Mayor, que había sido adaptada para su uso por anarquistas ya jubilados que habían sufrido el infierno del nacionalcatolicismo, negándose hasta el final de sus días a renegar de sus ideas. Un buen indicio del estado de la izquierda local es que, para poder pagar el alquiler, la CNT buscó en vano a otra organización que quisiera compartir el local, pero al final la única de confianza que encontraron fue una agrupación cultural dedicada al baile flamenco.
El Kolectivo Resiste se reunió un par de veces en el local en su efímera existencia, pero no tardó en disolverse. Pero eso fue suficiente para que la gente joven conociera su existencia y empezara a acercarse por allí, debido a que estaba cerca de la Plaza de Cantarranas y sus alrededores, foco de los bares alternativos de Valladolid. En un principio, el local estaba bastante desangelado y tenía poco uso, debido a lo minúsculo de la CNT vallisoletana en aquella época y a que carecía de calefacción. Sin embargo, el local empezó a llenarse de jóvenes gracias a las reuniones que se celebraban de manera informal los jueves, en las que tomando un vino se hablaba de manera espontánea de la realidad que nos rodeaba.
Si alguien me pidiese que definiese el paraíso señalaría sin duda a aquella época de mi vida, a aquellas veladas sin fin en el local de la Plaza Mayor. Hijo del lumpenproletariado que tanto despreciaba Marx, acababa de salir de una infancia y adolescencia que habían sido un infierno, y me movía en ambientes marginales, a medio camino entre las drogas duras y la delincuencia. Puedo decir sin dudarlo que ese local, aquellas reuniones y las discusiones que tuvimos fueron para mí la entrada en un mundo nuevo, cambiando el rumbo de mi vida.
De la misma manera que el Kaos daba libertad a los jóvenes para hacer cosas, en las discusiones de los jueves en la Plaza Mayor no había límites en las opiniones. El formato era la lucha de las ideas del debate socrático que defendió Paco toda su vida, y la única regla era que saliéramos de allí tan amigos como habíamos entrado, sin personificar las discusiones ni enemistarnos por pensar de manera diferente. Aquellas discusiones marcaron para toda la vida a los jóvenes que en ellas participaron.
Las reuniones de los jueves eran la continuación de las veladas de la Asociación Luis Vives bajo el franquismo, y lograron el milagro de la transmisión generacional de ideas y experiencias, evitando el enfrentamiento generacional que tuvo lugar en la CNT tras su reconstrucción y que fue sin duda uno de los principales motivos de su fracaso. La brecha generacional era enorme: con la excepción de Isa, única superviviente de la generación que vivió en su juventud la Transición, el resto podrían haber sido nuestros padres. Afortunadamente, Paco se encargaba de romper el hielo, provocando discusiones con un método muy sencillo: llevarnos la contraria. Cuando alguien repetía consignas contra el ejército, él defendía al militarismo, y si alguien atacaba el Estado, él lo defendía. Así, en lugar de adoctrinar, nos forzaba a reflexionar sobre nuestras palabras, para no repetir como loros lo que habíamos leído o nos habían dicho.
Según el informe «Vigilando al vigilante. Espionaje policial sobre Nodo50 y el movimiento antiglobalización», publicado el 15 de marzo de 2002, el Ateneo Libertario Gregorio Baticón era una de las organizaciones más vigiladas por la Guardia Civil, al nivel de ATTAC, CGT, o la CNT (ENLACE) |
Estas reuniones de los jueves pronto atrajeron la atención de gente joven, ávida por conocer cosas y, de este modo, entre vino y vino, y tapa y tapa, las ideas humanistas del anarquismo fueron sembradas entre aquellos jóvenes que se acercaban por el local de la Plaza Mayor semana tras semana. Un detalle importante es la falta de interés de la CNT en esta época por crecer: a mí personalmente me costó una discusión de varias horas el convencerles de que me dejasen afiliarme. Esto era un eco de la organización de la CNT bajo el franquismo, cuando para sobrevivir se organizó por grupos de afinidad. Lo cierto es que esta reticencia a crecer cuando habría sido fácil hacerlo aseguró que el núcleo local de Valladolid estuviera formado de gente convencida, y cuyas ideas se conocían bien, al haber tenido que mostrarlas desde todos los ángulos en las discusiones de los jueves; por ello, cuando la CNT empezó a crecer, si alguien que no se conocía quería afiliarse, se le decía que se pasara por las reuniones de los jueves, lo que nos salvó de más de un disgusto.
Pero los jueves no eran un filtro, aunque acabasen funcionando como tal. En aquellas reuniones nos poníamos a prueba, nosotros y nuestras ideas, forzándonos a aceptar nuestros errores. Recuerdo, por ejemplo, que en una reunión sobre un tema que no recuerdo defendí mi posición con datos y argumentos muy precisos, fruto de haber leído sobre el tema, pero me dio igual: Bea, una compañera trabajadora de la limpieza, sin haberse preparado el tema dijo un par de frases que hicieron que mis argumentos de deshicieran como un iceberg en el Sahara. Y es que de eso se trataba: de que fuese el sentido común, y no el dogma, lo que se impusiera.
La entrega de llaves del local se realizaba en base a la confianza ganada en las discusiones y no en función de la afiliación a la CNT, y su espacio, que antaño se antojaba enorme, empezó a quedarse pequeño, mientras se llenaba de vida. Es por aquel entonces cuando Paco propuso poner en marcha unas Jornadas Libertarias, continuación de las Jornadas Culturales Libertarias que se habían celebrado en Valladolid durante la Transición. Se sacaron para ellos unos carteles enromes gracias a Isa, que trabajaba en Graficas Germinal, una cooperativa creada con ayuda de Paco a partir de las máquinas que antaño había pertenecido al diario Castilla Libre de la CNT durante la Segunda República. Las Jornadas, en cuya organización fue fundamental el papel de Isa (como en todas las que siguieron), fueron un éxito de asistencia, y atrajeron aún más gente hacia la CNT.
No tardó mucho tiempo y en 1991 se formó un grupo anarquista juvenil, Despertar Libertario, formado en su mayoría por insumisos, y el local se convirtió en nuestro centro de reuniones. No tardamos en sacar un órgano de expresión, EN LA LÍNEA DEL FRENTE, a iniciativa de Pablo, insumiso que publicó después durante años EL AULLIDO. Tras una etapa inicial en la que hacíamos carteles enormes a mano, Isa nos ayudó a sacar carteles en imprenta, más pequeños pero con grandes tiradas, lo cual, junto a pegatinas, nos dio una gran visibilidad en la ciudad. Despertar Libertario no tardó en contactar con otros grupos similares en Palencia y Zamora, que ayudaron a revitalizar la CNT en la región y, tras contactos con la FAI y la FIJL se decidió entrar en esta última. En 1995 se abandonó la FIJL, dando lugar a la creación del grupo Amor y Rabia.
Las actividades de la Plaza Mayor no tardaron en estar en el punto de mira del Estado, especialmente tras abrir las puertas y presentarnos como un Ateneo Libertario. Un análisis de Nodo50, el proveedor de internet para organizaciones de izquierda en el que estaba nuestra web, puso de manifiesto que era una de las más vigiladas de todo el Estado, junto a las de organizaciones como CNT o CGT. Posteriormente supimos que había habido infiltrados policiales que se pasaban por las tertulias de los jueves del Ateneo, y que salían de allí con un lío terrible, al haber esperado encontrar un grupo dedicado a organizar manifestaciones y en lugar de ello encontrarse con debates sobre los temas más variados, algo para lo que no estaban preparados ni entendían.
El crecimiento de la CNT y el amplio número de personas que iban al local puso de manifiesto que se estaba quedando pequeño; por ello, cuando en 1996 la CNT recibió dinero del Gobierno a cuenta del patrimonio histórico incautado por el franquismo, se iniciaron trámites para recibir una parte y poder comprar un local, en cuya búsqueda Paco participaría activamente.
Esquela anunciando la muerte de Paco. |
El nuevo local vino acompañado de profundos cambios en el seno de la CNT vallisoletana. La muerte de Goyo, la marcha de varios jóvenes que habíamos jugado un papel destacado, y la puesta en marcha de la CNT como un sindicato de verdad, todo ello dio lugar a un cambio en la relación de fuerzas en su interior y puso en marcha una nueva dinámica, que aunque aparentemente era similar a la anterior no tardaría en mostrar sus diferencias. Tras el traslado de la Plaza Mayor a la calle Juan Bravo, en la Circular, el Ateneo siguió funcionando, pero no duraría mucho. Al relanzarse la CNT como un sindicato, la forma de actuar pasó a ser la de una organización sindical, sustituyéndose el consenso basado en discusiones con meras votaciones, y dejando de hacer un filtrado ideológico de las personas que se quisieran afiliar; esto permitió crecer, pero también abrió las puertas a una nueva generación que no tenía interés en el ateneo, que se había pasado a denominar Ateneo Libertario Gregorio Baticón en memoria de Goyo.
Fue así como empezó la etapa final de la militancia de Paco: primero se acabó disolviendo el Ateneo, por la falta de interés de la nueva generación ahora mayoritaria en CNT. Luego empezó a darse marcha atrás en temas como la participación en la manifestación del 20-N, antaño rechazada por considerar el antifascismo un instrumento reformista, o el acudir a la Fiesta de Villalar, rechazada por ser un símbolo nacionalista y burgués. Finalmente tuvo lugar la salida de Paco de la CNT. Tras apoyar, como representante de la CNT en una coordinadora, a una persona reprimida por el Estado sin pasarlo previamente por la asamblea del sindicato, le fue quitado el cargo en una reunión sin que pudiera defenderse, lo cual le dejó muy dolido. Poco después se fue a su casa a pedirle que devolviese el carnet de CNT, algo que nunca se había hecho antes. Así acabó una etapa del anarquismo en Valladolid.
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