En estos días he recordado el libro Del Génesis al genocidio. La sociobiología en cuestión del neurofisiólogo Stephan L. Chorover, que leí hace unos pocos años y lo tengo desde finales de la década de los ochenta, no me di cuenta de él desde entonces.
El libro en cuestión es un ataque al uso que hace el poder para controlar la conducta de sus «súbditos», demuestra que los científicos no son para nada objetivos, están condicionados por sus prejuicios personales y los de las clases dominantes.
Nos habla de Platón y Aristóteles, el creacionismo cristiano y muchas creencias dominantes del pasado que utilizaban todos los medios disponibles para manipular a la gente y justificarlo, como la esclavitud y el racismo. Con el siglo XVIII, el papel de la ciencia ocupa el lugar que tenía antes la religión, y hace que los prejuicios dominantes se conviertan en científicos. Tenemos el caso de la eugenesia de Francis Galton, que se inculcó en los EEUU mucho antes que en la Alemania nazi. Los médicos alemanes quisieron aplicar la higiene racial durante la República de Weimar, pero fue con Hitler cuando se aplicó el exterminio de los disminuidos psíquicos y las «razas inferiores». También hace una crítica al mal uso de los test de CI, para legitimar las desigualdades sociales. Habla sobre las drogas y el papel del Estado en su guerra contra ellas, o, también, del uso de psicólogos para vigilar y controlar el comportamiento de los presos.
Este libro es de la línea de otros como La falsa medida del hombre de Stephen Jay Gould y No está en los genes. Crítica del racismo biológico de Richard C. Lewontin junto a Steven Rose y Leon J. Kamin, libros que atacan al determinismo biológico.
Ya que he empezado con este interesante libro, el capítulo sexto titulado: «El abuso de las drogas: ¿una vida mejor gracias a la química?», acaba de esta manera:
«(...) No es fácil convencer a la gente de que abandone el enfoque estructural, con sus conceptos concomitantes de control basados en "la ley y el orden", en favor del enfoque de sistemas, más sofisticado y científico, en el cual consideramos a los individuos no como unidades aisladas, sino como partes de un contexto más amplio que los configura y que es configurado por ellos. En muchas familias, por ejemplo, si un miembro muestra una conducta anormal o inesperada, los otros miembros pueden cerrar filas y acordar que la persona desviada "tiene problemas", "necesita ayuda" o "debe ser atendida". Pueden incluso recabar ayuda exterior y poner al familiar "extravagante" en manos de una persona o de una institución supuestamente competentes para ayudar a resolver el problema. No se trata de si esta ayuda hace o no volver a sus cauces a la conducta trastornada. La familia presupone demasiadas cosas cuando centra la causa del problema únicamente en el individuo afectado, ignorando la posibilidad de que se halle profundamente enraizada en el todo del sistema familiar. Con esta actitud podrá protegerse la coherencia inmediata del grupo, pero puede provocar un desastre a largo plazo, al empujar más y más a la persona identificada y etiquetada como paciente hacia el rol de desviado social.
»Ya se trate del problema de las drogas o de los niños problemáticos, la desviación no es tanto una propiedad de la conducta misma cuanto un juicio de valor formulado sobre ciertas relaciones dentro del grupo de referencias. La desviación, considerada bajo esta luz, es un conjunto de relaciones entre los miembros del grupo y no meramente un síntoma de trastorno personal que el grupo reputa peligroso, embarazoso o irritante y que decide sancionar. Esto es importante, porque establece una base para distinguir la desviación de la enfermedad. Aunque los significados sociales y culturales que conllevan los diferentes tipos de enfermedades pueden variar con las circunstancias históricas (gota en el siglo XVIII, tuberculosis y epilepsia en el XIX), las enfermedades biológicas continúan siendo entidades definidas, mientras los tipos de desviación tienden a cambiar con la evolución de la sociedad. El desviado en un contexto social puede ser la bruja o el hereje y en otro, el esclavo huido, el delincuente juvenil, el homosexual, el judío, el yonqui o el "niño problema".
»Tanto en las familias como en las sociedades puede servirse a los intereses prácticos y políticos adjudicando culpas, identificando los síntomas con las causas y controlando a los individuos cuyo comportamiento es definido como peligroso o molesto. Pero pretender que tales prácticas poseen justificación científica es negar el objeto mismo de la ciencia y confundir el significado con el poder.»
Lo recuerdo porque el servicio de expertos científicos y médicos actualmente está de nuevo en vigor.
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