Por VICTOR GARCÍA
Con
el gran advenimiento de 1789, surge poderoso e irresistible el sentimiento de
llevar a la libertad hacia lo más avanzado posible. Los revolucionarios
extremistas que consiguen alcanzar el poder se vuelven centristas por
rebasarlos quienes se proyectan más lejos aún. Así que aparecen Les enragés (Los rabiosos) quienes, en
su deseo de ver una revolución sin gobierno revolucionario y manifestándose fervientes
partidarios de la acción directa abrazan abiertamente tácticas y finalidades
anarquistas.
La
toma del poder significará el estancamiento de la fracción que lleve a cabo la
empresa. La Gironda,
la Montaña,
la propia oposición representada por las figuras de proa de Babeuf y Herbert,
partirá siempre del principio de que es necesario un gobierno que haga la
revolución y la solidifique desde la cúspide. Sólo Marechal, redactor del Manifiesto de los Iguales, tendrá sus
dudas sobre la eficacia gubernamental y las hará patentes en el manifiesto: «Disparessez,
en fin, revoltantes distintions de riches, de pauvres, de grands et de petits,
maitres et de valets, de gouvernats et de gouvernés.» [«Desapareced, en fin, sublevantes distinciones de ricos, de pobres, de grandes y de pequeños, de dueños y de lacayos, de gobernantes y de gobernados.»]. El resto de los Iguales no pensará como Marechal, y el propio Babeuf
fue el primer sorprendido por este párrafo que clama por la desaparición de los
gobernantes y gobernados.
Se
puede decir que Sylvain Marechal se sumó a Babeuf por las grandes ansias que
tenía de actuar, pero sus alcances sociales no iban paralelos con el comunismo
estatal anunciado por los Iguales. La frase introducida en el manifiesto era
una corroboración a sus ideas de arcadias sin gobierno exteriorizados en L’Âge d'Or, recueil de contes pasturaux pour
le Berger Sylvain (1782) y en Livre
échappé au déluge ou Psaumes nouvellement découvers (1784). Más adelante,
en 1788, escribe Apologues modernes, à
l'usage d'un Dauphin, donde mediante la huelga general los productores
proclaman la sociedad libre y los gobernantes y reyes se autodestruyen en una
isla desierta:
«Algún día, los
trabajadores, llevados al extremo por la crueldad de los ricos, se negarán a
continuar sirviéndoles y contestarán a sus amenazas: Somos tres contra uno.
Nuestro propósito es restablecer para siempre las cosas sobre sus antiguas
bases, sobre el estado de cosas primitivo, es decir, sobre la más perfecta y
legítima igualdad. Pongamos la tierra en común entre sus habitantes. Si hay
alguien entre nosotros que tenga dos bocas y cuatro brazos, es justo,
asignémosle doble ración. Empero, si todos estamos hechos por el mismo patrón,
repartamos el pastel en igualdad de condiciones. Y, al mismo tiempo, metamos
todos las manos en la masa. Que todos los hombres, de un punto a otro del
universo, se den la mano.»
Marechal
está más próximo al anarquismo de lo que Babeuf se imagina. Su personalidad
intelectual impone el derrotero anarquista al manifiesto en muchos de sus
apartados y esto origina que durante el proceso contra los Iguales éstos
desaprueben algunos de los enunciados del manifiesto, especialmente el que
dice: «Desapareced, en fin, distinciones sublevantes... de gobernantes y
gobernados.»
En
realidad, todo el manifiesto rezuma una nitidez de expresión perfecta y en el
mismo no asoma el menor atisbo de demagogia. «La inteligencia no aumenta la
capacidad del estómago» dirá para aquéllos que sean partidarios del a cada uno
según su necesidad, y añadirá: «Hay opresión cuando uno se agota trabajando y
le falta todo, mientras que otro nada en la abundancia sin hacer nada... Nadie
ha podido, sin cometer un crimen, apoderarse exclusivamente de los bienes de la
tierra o de la industria... En una verdadera sociedad no debe haber ni ricos ni
pobres.»
La
obra escrita por Sylvain Maréchal tiene cierta amplitud. Además de los títulos
ya señalados más arriba, Maréchal escribió Almanach
des Honnetes Gens, en el que suprimió todos los santos. Colaboró
asiduamente en el periódico de Proudhomme: Révolutions
de Paris. Fue uno de los iniciadores del Calendario Republicano; en 1793
publicó su Correctif à la Révolution, más
tarde escribe Dictionnaire des Athées
anciens et modernes (1800) y acto seguido —muere en 1803— Pour et contre la Bible.
El verdadero puesto de
Maréchal estaba junto a les enragés,
junto a Jacques Roux, Leclerc d’Oze y Jean Varlet, les enragés que más se distinguieron en la Revolución Francesa.
Éstos serían denunciados en la barra de la Convención por la viuda
de Marat, quien presenta una moción, redactada por Robespierre con toda
seguridad, acusando a Roux y a Leclerc de instigar al pueblo para que éste proscriba
toda clase de gobierno. (A. Mathiez, 1949.)
Ahora
bien, el ideal anarquista ha ido adquiriendo, a medida que Proudhon, Bakunin,
Kropotkin, Reclus y Malatesta, por no nombrar más que a unos pocos, han
aportado sus sugerencias, un bagaje inmenso que ampara todas las actividades de
la vida humana; empero, la jácena maestra sobre la que se apoya la multitud de
facetas del ideal libertario es la negación del Estado, y les enragés, en este aspecto están pisando terreno anarquista, como
lo prueba la denuncia de la viuda de Marat, instrumento del dictador
Robespierre.
Jacques
Roux, por ironía de la historia, fue un sacerdote, como lo había sido el propio
Meslier, aunque ya había declarado y publicado que desde hacía tiempo había
deseado «abandonar su estado, casarse, montar una imprenta y fundar un
periódico». Con atisbos de crueldad fanática se negó a aceptar el testamento
que le tendía Luis XVI al tiempo que le decía: «Yo sólo estoy aquí para
levantaros al cadalso.» Jean Jaurés y A. Mathiez no regatean citas, el primero
en su Historie socialiste: La Convention, y el
segundo en La vie chere et le mouvement
social sous la Terreur,
para poner de manifiesto las veces en que Roux, producto de un período de
violencia, exteriorizaba sus iras y sus odios. Su humanidad estaba llena de
contrastes, y si por un lado lo vemos cruel frente a Luis Capeto, también
veremos que adopta a un huérfano, y que en 1792, cuando Marat tiene que
esconderse, es en Roux en quien confía, aunque más tarde lo atacará sin piedad
y hasta con la calumnia, obligando a Roux a echarle en cara la hospitalidad que
le diera a riesgo de su seguridad física: «Durante seis días he dormido en el
suelo, he cocinado y hasta he tenido que vaciar el pote de tus necesidades; he
hecho en una palabra, todo lo que pude por ti, todo lo que un buen patriota
podría y lo que haría de nuevo para mis perseguidores y mis verdugos.»
El
programa de Jacques Roux toma forma en un 1 de diciembre de 1792, cuando
pronunciaba su célebre discurso «Sobre el último de los Luises», sobre «la
persecución de los agiotistas, los acaparadores y los traidores», en la sesión
del Observatorio. La exposición tiene una primera parte de crítica: «Hay
cobardía —dice—, en tolerar a los que se apropian de los productos de la tierra
y de la industría, que amontonan en los graneros de la avaricia los víveres de
primera necesidad...» y una segunda parte de análisis en la que el anarquismo
tiene un punto de apoyo: «El despotismo que se propaga bajo un gobierno de
muchos, el despotismo senatorial es tan terrible como el cetro de los reyes, ya
que tiende a encadenar al pueblo, sin que él se dé cuenta, ya que se encuentra
envilecido, y subyugado por las leyes que él mismo ha dictado. Empero,
ciudadanos, vosotros no os habréis sacudido el yugo de los agentes
prevaricadores, después de haber franqueado irrevocablemente el intervalo
inmenso entre el esclavo y el hombre, no vais a permitir que vuestros
mandatarios atenten contra la opinión pública, la única en dictar leyes,
mostrándose siempre recta y poderosa.»
Otra
figura destacada de les enragés es la
de Jean Varlet, quien en 1792 alcanzaba a tener veinte años solamente. Es la
edad de la generosidad,
en la que el ser humano se da completamente. La Revolución hizo presa
de él y a ella se volcó todo entero, sin apartarse del pueblo, al que considera
un punto de referencia infalible para pisar terreno firme: «Desde hace cuatro
años, siempre en la plaza pública entre los grupos del pueblo, en la sans-culotterie, entre los andrajos que
estimo, he aprendido que, ingenuamente y sin coacción, los pobres diablos de
los zaguanes razonan con más seguridad, más atrevidamente, que los señores, los
grandes habladores, los sabios tentadores; si éstos quieren aprender ciencia de
la buena que hagan como yo y vengan a escuchar el pueblo.»
El
pensamiento de Varlet coincide con el de Roux antes de que lleguen a cruzarse
en el camino de la revolución. Como Roux, Varlet duda de que un representante
pueda dejar en buen lugar el pensamiento y el sentir del representado:
«inclusive sobre aquellos que han reunido nuestros sufragios nosotros no
podemos evitar la desconfianza» porque raramente se limitan a invocar la
voluntad de los sufragistas y degeneran hacia el despotismo, ya que «los
palacios de los reyes no son las únicas moradas de los déspotas».
Al
igual que Roux, que edita Le publiciste,
y Leclerc, quien también aparece con el Ami
du peuple, Varlet hace irrupción en la prensa de París con L'Explosión, tan explosivo como su
título lo indica. Robespierre ha sido ejecutado, pero la tiranía continúa, y
toca a Varlet el denunciarla desde las páginas de su portavoz: «¡Qué
monstruosidad social, qué obra maestra del maquiavelismo, en efecto, es este
gobierno revolucionario: Para todo ser que razone, Gobierno y Revolución son
incompatibles!»
Varlet
se anticipa a los temores que los anarquistas exteriorizaron frente a la
provisionalidad que Marx, Engels, Lenin y el propio Stalin aseguraban que
tendría el Estado comunista: «Sentimos ahora que es necesario frenar, tenerlas
por la brida, a las autoridades creadas, sin lo cual éstas se vuelven todas
potencias opresoras; no busquemos el contrabalancearlas entre ellas: todo
contrapeso que no sea el del pueblo mismo es falso. El soberano debe
constantemente presidir el cuerpo social. Bajo ningún modo quiere que se le
represente.»
Junto
con Roux y Varlet podemos incluir, en las filas de les enragés a Leclerc, tan joven como Varlet, ya que había nacido
en 1771. Llegado de Lyon a la vorágine parisina, Théophile Leclerc representa
un apoyo considerable para el pensamiento de les enragés y lo vemos figurar en numerosos actos y comités. Crea
su periódico también, L'Ami du Peuple
(El Amigo del Pueblo), con lo que
quiso dar perdurabilidad al órgano de Marat cuando éste fue asesinado por La Corday. Del número
correspondiente al 30 de agosto de 1793 es lo que sigue: «Tres horas pasadas
frente a la puerta de un panadero formarían un legislador mucho más competente
que cuatro años de residencia en los bancos de la Convención.»
En
el paralelogramo de las fuerzas, la de les
enragés no puede con la de los de la Montaña, ni, terminado el Terror, con la de los
Termidorianos. Las jornadas del 31 de mayo [1793] fueron decisivas para ellos. «Los
gérmenes de los falsos insurgentes», como dice Varlet, impidió que el Eveche, (lugar donde se efectuó la
asamblea del 31 de mayo que decidió llamar al pueblo a la insurrección y en
cuya asamblea ejercieron gran influencia les
enragés) no se hiciera dueño de la situación en la ciudad.
La Montaña,
más oportunista, tomó la iniciativa, y Danton, después de haber conseguido que la Convención votara la
detención de los girondinos se vuelve ya contra les enragés y proclama que «Hay que hacer entrar el Eveche en la nada.»
El
9 Termidor y su consecuencia, Napoleón, sofocan los sentires revolucionarios en
Francia. Los sociólogos franceses que, con posterioridad a la Revolución Francesa,
aportan sus contribuciones en el campo de la ciencia social, si en algo se han
aproximado a las ideas libertarias, ya hemos tenido ocasión de citarlos en el
capítulo anterior.
Hasta
Proudhon, pues, ese paso no nos ofrece nada nuevo y hemos de franquear el Canal
de la Mancha
para dar con el más destacado y el más importante de los precursores
anarquistas: William Godwin.
Desconocía totalmente a Sylvain Maréchal y sus escritos. Gracias por presentarlo. Buscare mas de el.
ResponderEliminarSaludos!
Un libro que podrías buscar es el de Daniel Guerin, La lucha de clases en el apogeo de la Revolución Francesa, 1793-1795, de Alianza. Nos inspiró mucho y nos dio una visión alternativa de ese periodo histórico:
Eliminarhttp://www.todocoleccion.net/la-lucha-clases-apogeo-revolucion-francesa-1793-%E2%80%93-1795-daniel-guerin~x40391140